jueves, 12 de junio de 2008

ARQUEOLOGÍA


Lo que se le olvida a Petroecuador
La degeneración del material arqueológico de la Cultura Manteña cuesta más que la Refinería
A parte de la demanda de obra pública que requiere la construcción del Complejo Refinador y Petroquímico del Pacífico, se originan una serie de vulnerabilidades ambientales y sociales que producirá su instalación en la comuna de El Aromo de Manta.

Eso ya ha sido manifestado por varias organizaciones ambientales, quienes señalaron los efectos degenerativos naturales que genera un parque industrial de refinamiento de petróleo. Pero es importante destacar, ante el desconocimiento de la misma población y el desinterés de los actores culturales de la provincia, que la superficie terrestre de esa zona está proliferada de material arqueológico de la Cultura Manteña.

No obstante, Marcos Suárez Capello, arqueólogo manabita, subraya que la zona rural de Manta, específicamente del Cabo San Lorenzo, existe la mayor reserva arqueológica de la Cultura Manteña. De esa manera fundamenta que por ser un área eminentemente agrícola, los aborígenes Manteños utilizaron las tierras para producir sus propios alimentos.

En base a las investigaciones arqueológicas que realizaron en el Ecuador, a mediados del siglo pasado, los extranjeros Karen Storthel y Olaf Olm, quienes visitaron Manabí, y de las recabaciones teóricas – investigativas que hace Jorge Marcos, arqueólogo ecuatoriano, de Marshall Saville y George Dorsey, coinciden que durante su visita en la Isla de la Plata, muy cercana a las costas de San Lorenzo, parroquia rural de Manta, se encontró centenares de conchas y piezas arqueológicas de la Cultura Manteña.

En esa época las evidencias fueron sustraídas y trasladadas a tierra, y bajo el justificado argumento de su estudio, nunca más regresaron a su lugar de origen. Se menciona que la mayor parte de este material arqueológico fue llevado al exterior; tal como ocurrió con el saqueo de varias Sillas Manteñas, encontradas en Cerro de Hojas, hoy en la vía a Portoviejo, hacia los Museos Arqueológico y Etnográfico Pigorini de Roma y Museo del Indio Americano en Washington D.C. Así lo evidencian en su visita a fines del siglo XIX Jacinto Jijón y Caamaño y Max Uhle.

Suárez sentencia que a parte de la desidia de las autoridades de esa época, el país carecía de una normativa que rija al Patrimonio Cultural. “Los restos arqueológicos pertenecen a la clasificación categórica de los bienes materiales, del Patrimonio Cultural”, explicó.

Sin embargo a partir de esa época hasta 1996, en el gobierno de Fabián Alarcón, se aprobó por primera vez la Ley de Patrimonio Nacional, norma que preserva los bienes arqueológicos y sanciona a quienes degeneran, saquean y mercantilizan arqueologías, apuntó.

“Su vigencia en la actualidad, no puede sancionar a quienes extrajeron y decomisaron arqueologías en cualquier parte del país hacia el exterior”, señaló, añadiendo que la norma no es retroactiva. Por tanto, la aplicación de la Ley de Patrimonio Nacional a nuestra realidad no ha surtido efecto, por lo que Suárez argumenta que existe el desconocimiento de la norma, por parte de las mismas autoridades y de la sociedad en general.

Lo que sugiere Suárez, es que mediante el apego normativo de la Ley de Patrimonio Nacional se evalúe el impacto ambiental – arqueológico en la zona indicada para la construcción de la Petroquímica. Añade que en el estudio debe estar incluido un arqueólogo para que elabore un informe técnico con relación al manejo de la excavación del suelo sin afectar la arqueología.

En la zona cientos de huaqueros, originarios del lugar, extraen del suelo numerosas arqueologías, material que muchas veces son objeto de comercialización y contrabando. Los habitantes sostienen que lo poco que se recupera es depositado en el museo de Pacoche.

Foto: Durante el asentamiento del parque industrial en la parroquia Los Esteros, de Manta, se extrajo una variedad de restos arqueológicos que hoy reposan en el Museo de Bahía de Caráquez